Foto grupo

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sábado, 19 de agosto de 2017

LA SIERRA DE MADRID





Cada cosa por su nombre, y lo que es, es…
Hace tiempo que decidimos ir a conocer aquello a lo que tanto nombre otorgan los medios. De todos es sabido lo mucho que se aprende cuando emprendemos un viaje. No imaginábamos, sin embargo, las enseñanzas que vendrían con nosotros cuando apostamos por esa incursión en tierras extranjeras… Acaso está al alcance de cualquiera el secreto exacto de “Puente viejo”?, o, lo que es más importante: Sabíais que hay plantas que dan ‘pesetas’..???? Oh, my God!!! Lo que hace la ignorancia agraria… Si lo llego a saber antes, me dedico a la jardinería… ja,ja,ja… Claro que, para ser exactos, esas especies sólo crecen en tierras traspindejas… (En toda tierra de garbanzos son “abrojos” como puños de gordos…) ja,ja…

La experiencia botánica, que sirvió para reforzar nuestra fe en San Tubeless bendito, fue sólo un capítulo de un cuaderno de bitácora plagado de anécdotas y buenos momentos. Iniciamos camino a los pies de la abadía benedictina de Santa María de El Paular. Justo al lado, el puente que en otros tiempos conociera las sentencias de los reos que eran conducidos a la Casa de la Horca, franquea nuestro paso sobre el rio Lozoya cuyas aguas nos acompañarán durante gran parte del recorrido.

Enseguida pasamos por las calles de Rascafría. Un buen firme y la ausencia total de desnivel permiten que Oteruelo, Alameda y Pinilla del Valle caigan rápidamente a la saca. A partir de aquí, el paisaje nos regala una bonita estampa con el embalse de Pinilla y la cara oculta de Peñalara al fondo. Superado el pueblo de Lozoya, nos encontramos una inesperada sorpresa. Plantado en medio del track aparece un miembro del equipo de grabación de “El secreto de Puente Viejo”.  Muy amablemente trata de advertirnos de que “por allí no se puede bajar porque hay piedras…”, como dirían los gallegos: “…pobriiiño!!” Piedras, dice… A Noé le van a hablar de la lluvia... Incluso nos ofrece degustar las viandas preparadas para quienes participan en la grabación del episodio… Qué detallazo! Esto sí que es lujo..! Entre unas cosas y otras, el paso por el medieval Puente del Congosto nos entretiene un buen rato. Ya se sabe, hay que dejar huella ‘gráfica’ de nuestro paso por este trozo de historia.


La sensación que ya teníamos a medida que rodeábamos el embalse se confirma nada más pasar Canencia. De repente descubrimos donde estaba escondido el desnivel de la ruta… Alguno, que va sobrado de fuerza, decide regalarse unos kilometrillos de más para recuperar la mochila que se quedó esperándole en la fuente del pueblo… Si no se tiene cabeza, se tienen pedales…ja,ja…

La subida al puerto de Canencia va poniendo a cada uno en su sitio… De manera que no vemos la hora de llegar arriba. En el alto, reponemos líquidos con el permiso de una fuente bonita y cicatera a partes iguales. Lo más duro está hecho, pero La Morcuera aún nos espera. Así que ponemos rumbo al siguiente desafío de la ruta. Por el camino disfrutamos de vistas inmejorables de todo el valle que bien merecen el esfuerzo.


Por fin alcanzamos el refugio de La Morcuera, punto que marca el inicio del descenso a nuestros orígenes. Bajamos, bajamos, bajamos… No diría que estábamos tan arriba para que la bajada se me haga tan larga. Ya se sabe: lo mucho cansa… Tanto es así que casi al final decidimos  hacer un alto. Pero no es casualidad. Nos encontramos justo en el acceso al área recreativa de Las Presillas, el lugar perfecto para darnos un chapuzón y presentar la colección primavera-verano de la nueva equipación de EL 3er PEDAL… Lo siguiente que pasó fue más propio de un episodio de ‘Verano Azul’ (a las pruebas me remito), pero eso ya forma parte de otra historia…ja,ja…



No obstante, el tiempo sobre la bici y, por supuesto, el compartido después sobre el mantel nos recuerdan por qué nos gustan tanto estas marchas. Una marcha que esta vez, además de las consideraciones sobre chocolates de sabores, milfs y otras disertaciones filosóficas, sirvió para la rentrée de un Titán como la copa de un pino. Bienvenido amigo!!



Triky

lunes, 14 de agosto de 2017

EL SALVAJE OESTE




Lo primero que vino a mi mente cuando Luis me dijo que este año nos llevaría a conocer el ‘Far West’ navero fue la típica imagen de indios y vaqueros (versión All Mountain… ja,ja,ja). Los que crecimos al albur de la sesión de tarde del cine de los Misioneros guardamos en un rincón delicioso una infancia curtida a base de flechazos, estampidas, duelos a muerte, y como no, el séptimo de caballería que todo lo arreglaba. Todo aderezado en un patio de butacas donde sucedían más cosas que dentro de la pantalla… Qué tiempos…! Ahora que lo pienso, vimos toda aquella violencia no sólo sin supervisión adulta sino con su declarada connivencia, y aquí estamos. Perfectamente normales, sin traumas, ni gaitas… no digo más.

A pesar de la jugada de mi imaginación infantil, la realidad se impuso sobremanera, como no podía ser de otra forma. En la peli que protagonizamos en Las Navas los únicos que hicimos el indio fuimos los que íbamos sobre dos ruedas. Y tan felices..!
Hay que reconocer que lo de hacer el indio se nos da de perlas cuando el terreno es propicio. Y, como ya tenemos sabido de anteriores ocasiones, por aquí lo bueno abunda. Esta vez, además del rápido pase turístico por el castillo (que Gaby no conocía), empezamos ‘subiendo una bajada’, cosas más raras se han visto… (seguro que habéis vivido esa experiencia alguna vez)
hasta alcanzar los molinos. O eran gigantes..? ja,ja… Las magníficas vistas son un preludio del vertiginoso descenso en dirección a Navalperal. Lo dejamos a un lado para encaminarnos a la Ciudad Ducal donde nuestro anfitrión nos tiene preparada una nueva sorpresa: el mirador de Eiffel. Sí, sí, el mismísimo que vistió y calzó la torre parisina. Uno de esos lugares ‘cuquis’ de obligada visita. Encaramados por sus escaleras siamesas contemplamos desde lo alto una de las mejores panorámicas de la zona.

Antes de ponernos melosones, decidimos circunvalar el embalse y ponemos rumbo a la ‘Casa Grande’, o al menos eso parecía... Tengo la extraña sensación de reconocer los caminos. Qué demonios!! Aquí son todos iguales…!!! En realidad no andaba tan desencaminado y dejamos las ruinas a nuestra derecha para seguir bajando hacia el arroyo del valle. Entre pitos y flautas (véase mirar el senderito o echar un ojo al GPS) mantuve una breve discusión con  la flora autóctona, con saldo negativo para quien suscribe en forma de zarpazo de grizzly en el piernamen…Gajes del oficio…!
        
Algo más abajo, en lo más profundo de un valle abrasado por el sol, veríamos obrarse el milagro en forma de surgencia de aguas cristalinas donde apaciguar los calores por el conocido rito de la inmersión pedestre. Falta nos iba a hacer, pues nos esperaban por delante siete kilometrazos de subida non stop para regresar a la civilización. Ahí es ná!

Pasando por alto el detalle de que ésta es de las pocas marchas en que se empieza subiendo para terminar también hacia arriba (que le pregunten a Fausto…), hay que reiterar lo bien que nos lo pasamos por estos lares. Tanto, que estamos deseando conocer el resto de puntos cardinales.

Recuperador a base de azúcares compuestos


Triky